El sin sentido en su máximo esplendor, el apedreo de ómnibus en los accesos sin motivación aparente, sin intensión de robo, simplemente por la insana diversión de ver destruír un cristal o hasta el morbo de causar un accidente.
El Ministerio del Interior pero en primer lugar el Parlamento debe aumentar las penas para este tipo de agresión antes de que causen tragedias de las que muchos tengan que arrepentirse por la correspondiente omisión.
Hasta ahora, uno, dos o tres cristales no son pérdidas considerables, si lo sería si fuese alguna vida humana así que atentos a quienes les corresponda.
Debe ya dejar de ser una simple falta a pasar a ser un homicidio en grado de tentativa.
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